Un acorde maldito

Un acorde maldito es un relato original de Julio A. Pascual inspirado en la música de Lírica Cuantica.
Nuestro agradecimiento a Julio y a Pablo Borrella, autor de la ilustración, por su trabajo.

El universo es mágico. Tanto, que nunca sabes donde te llevará guiado por los invisibles hilos de un destino que no deja de ser cruel. Un destino siempre desafiante y nunca justo. Un destino que jamás da nada a cambio de nada. Daniel, Jose, y Ángel eran muy conscientes de ello mientras miraban a los cientos de personas a sus pies. El sudor les nublaba la visión, y las manos les dolían mientras entonaban eufóricos los últimos acordes de «Ley de Gravedad«.

Mientras bajaban del escenario secándose un sudor de esfuerzo y éxito, eran muy conscientes de que el ascenso que había tenido su carrera en la música sólo significaba que la caída podía ser más grande y dolorosa. No se dejaban guiar por las mieles del éxito. No querían verse atrapados en el lodo de esa oscura guerra que era el mundo de la música. Una guerra sin cuartel que devoraba a aquellos que se dejaban cegar por no ser capaces de ver lo efímero de un éxito que te masticaba y escupía como si fueras un chicle.

Pasaban los días dejando volar la mente, buscando la manera de sorprender a un público que no se conformaba con menos que con los Lírica Cuántica que les habían transportado a otros mundos con sus letras vehementes y sus ritmos de ciencia ficción. Eran muy conscientes de que la única manera de mantenerse donde estaban era cuestionándose cada actuación, y manteniendo el listón alto. Tenían que elegir su camino, y no dejar que decidiera su destino.

Acorde Maldito

Fue un día de lluvia que calaba hasta los huesos que Daniel llegó con una sonrisa a la sala. Llevaban meses atascados con uno de los temas de su nuevo disco «Chispa Vital». Lo tenían casi acabado, pero no encontraban un solo para cerrar el tema. Las notas volaban y les huían esquivas, creían alcanzarlas, pero cuando las tocaban con los dedos, estas se evaporaban en el aire. Buscaban ese ritmo sugerente que hiciera que no pudieras parar de bailar.

  • Tios, – anunció – lo tengo.

Les enseñó una partitura y Jose y Angel reprodujeron aquellas notas en su cabeza, viendo las notas orbitando sobre ellos, bailando en el aire, dando un toque casi libidinoso a la sala de ensayo. Movieron sus pies rítmicamente para comprobar mentalmente que aquellas notas encajaban perfectamente con lo que ya tenían. Era, sencillamente, perfecto. Daniel cogió su guitarra y la conectó al amplificador, rasgueó las cuerdas un par de veces y tocó el estribillo de múltiple para asegurarse de que la guitarra estaba bien afinada.

  • Intenta no pensar si hay algo más que yo… – canturreó

Después de eso se dispuso a tocar el solo. Rasgueó las cuerdas de la guitarra dejándose seducir por la melodía. Tocaba como si una fuerza extraña moviera sus dedos, como si no fuera él mismo quien tocara. El sonido entraba por sus oídos acariciaba su mente y calentaba su corazón. Jose y Angel se miraron envueltos en una extraña aura sintiendo un terror inexplicable que se apoderaba de su ser. Sabían que algo extraño estaba sucediendo. Era como si lo supieran de antemano y no pudieran parar. Enganchados a aquella sustancia dulce y adictiva llamada música.

Cuando Dani tocó la última nota, todas las luces de la sala explotaron y se vieron sumidos en una negrura impenetrable. Miraron a su alrededor, asustados, aunque no habrían podido ver sus manos ni aunque las hubieran tenido delante. De pronto, como un letrero iluminado que apaga la oscuridad, unas llamas surgieron alrededor de ellos y les mostraron el paraje desolador que les rodeaba. No sabían cómo, se encontraban en una cueva negra como boca de lobo. Las estalactitas colgaban del techo goteando un líquido negro y viscoso. Jose puso la mano bajo una de ellas y la gota pasó del negro al rojo. Los tres amigos pasearon sus miradas de la gota a sus rostros alternativamente. El miedo y la incomprensión ahogando sus instestinos. Sentían como si una mano se cerrara en torno a su estómago, apretándolo y dejándoles sin respiración.

De la profunda oscuridad, de pronto, surgieron dos ojos rojos brillantes y, tras ellos una risa que retumbó en las paredes de la caverna. La figura tras los ojos se acercó a la luz. Y ante ellos vieron a un hombre elegantemente vestido con un traje de tres piezas. El hombre estaba perfectamente arreglado, y su aspecto no habría destacado especialmente, si no hubiera sido por un par de cuernos de cabra que asomaban por su frente y se enroscaban en sus sienes, y ese par de ojos rojos que ya habían apreciado aún a oscuras. Unos ojos que, a pesar del brillo, tenían una mirada oscura y envenenada.

  • ¡Bienvenidos a mi reino! – dijo el extraño – mi nombre es Murmur, Gran Duque y Conde del infierno, general de 30 legiones, y fan declarado desde este momento de vuestro grupo, como sea que os llaméis…
  • Lí… Lírica Cuántica – acertó a decir Daniel.

Jose y Ángel le miraron sin entender muy bien porqué lo había dicho. Por la expresión del rostro de Daniel, él tampoco lo comprendía. Murmur mostró una sonrisa plagada de colmillos, ya que él lo comprendía a la perfección. Pero la incertidumbre de aquellos mortales le hacía ir ganando confianza, pues sabía en su oscura mente abstracta, que los tenía en la palma de sus manos.

  • ¿Cómo hemos llegado aquí? – preguntó Ángel
  •  ¿Hemos… Hemos muerto? – formuló Jose dando voz a los pensamientos de los tres
  • ¿Muerto? – Murmur soltó una carcajada que sonó como una supernova. – nada más lejos de la verdad. Seguís en vuestra sala de ensayo, he sido yo el que ha acudido a vuestra invocación. Pero trayendo conmigo todo mi plano infernal. Así que ni siquiera intentéis escapar de mí, pues yo, probablemente; ya estaré allí donde queráis ir.
  •  Pero nosotros no hemos hecho nada para invocarte. – protestó Daniel
  • Eso creéis, ¿Eh? – Murmur se deleitó en la sabiduría que le aportaban varios siglos de edad, – permitidme que os descifre la secuencia que os ha traído a esta dimensión.
  • ¿Habéis oído hablar alguna vez de el tritono? ¿Qué digo? Si hubierais oído hablar de él, no estaríais aquí. – Murmur soltó una risotada que envolvió la quietud de la caverna. – el tritono es, básicamente la unión de unas notas que conforman una acorde llamado diabulus in musica, que es básicamente una invitación para mí, Murmur.

Angel y Jose miraron a Daniel de manera acusatoria. Éste notó la presión sobre su sien, sin saber bien qué había hecho mal.

  • Entiendo tu confusión, muchacho – continuó Murmur- pues en tu ingenuidad crees que es a ti a quien se le ocurrió este acorde. Pero no es así. Llevo tiempo observandoos. Soy esa presencia que desaparece cuando te giras. Soy esa cara difusa al otro lado del cristal. No has aprendido a ver en la distancia y ahora estoy enganchado a la sustancia de vuestras almas. Como una garrapata que se alimenta de un perro. Cada segundo que permanecéis en mi plano, sois un poco más míos.

Murmur guardó silencio esperando su reacción. Deleitándose con el temor que plasmaban sus miradas aterrorizadas. Angel, Daniel, y Jose se miraron entre ellos, esperando que alguno despertara de aquella pesadilla, y al mismo tiempo, siendo conscientes de que no era tal, si no que aquello estaba sucediendo realmente.

  • Entonces, ¿ahora qué? – preguntó Jose al fin
  • Me encanta que me hagas esta pregunta, muchacho. – Murmur se frotó las manos y se pasó una lengua bífida por los labios – sólo vuestros espíritus inflamables en las llamas de mi reino calmarán mi sed. Pero soy benevolente, al menos tanto como mi naturaleza me permite.
  • Os ofrezco dos opciones: o bien me doy un festín con vuestras almas hasta el fin de los tiempos. O bien me permitís vivir en el cuerpo de uno de vosotros, cuya alma se quedará aquí, sufriendo en lugar de los tres. Me parece un trato justo.
  • ¿Esperas que nos pongamos de acuerdo y uno de nosotros ocupe el lugar de los otros dos de buen grado? – preguntó Ángel sarcásticamente
  • Oh, no, ni mucho menos. – respondió Murmur – eso sería sacrificarse, y no está muy bien visto por aquí. Sin embargo, sólo tenéis que pensar el nombre de aquel de vosotros que creéis que merece quedarse aquí, y se hará.

Los golpes en la puerta de la caravana despertaron a Jose. «Cinco minutos para salir al escenario, espabila» oyó que decía la voz de Ángel al otro lado. Jose se sentó en la cama, tratando de asimilar aquella pesadilla que poco a poco desaparecía de su mente como si se tratara de humo. Cogió sus baquetas y subió al escenario, donde Daniel y Ángel le estaban esperando ya. Los focos se encendieron y una jauría de gritos y ovaciones les abrumaron como siempre mientras sonaban los primeros acordes de Odiame Fuerte. Mientras tocaban, Angel creyó ver un brillo rojo en la mirada de Daniel, pero no le dio importancia, pues para él, ser diferente, siempre fue lo más normal.

RELATO
Autor: Julio A. Pascual

ILUSTRACIÓN
Autor: Pablo Borrella
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